lunes, 6 de julio de 2009

Don McCullin, el fotografo del siglo.


Hay pocos fotógrafos en activo que tengan un currículo tan impresionante y a la vez tan terrible como el de Don McCullin (Londres, 1935). Tan impresionante porque comenzó su carrera en los años sesenta con la guerra de Chipre y todavía sigue en activo; terrible porque ha cubierto todos los conflictos bélicos desde entonces, estuvo en la batalla de Hué, en Biafra, en Camboya, en Líbano, Darfur, Irak, estuvo en los peores enfrentamientos del Ulster a principios de los setenta y en los paupérrimos barrios deprimidos del norte de Inglaterra, que parecen sacados de Las cenizas de Ángela

Pero también es capaz de concentrar toda la emoción de la fotografía en la mirada de Francis Bacon, de jugar con los Beatles en un temprano retrato o de reflejar la grandeza del mundo antiguo en un proyecto en el que está actualmente inmerso, que consiste en fotografiar ruinas romanas por todo el Mediterráneo.

Su fotografía más famosa, que ocupa la cubierta del libro que acaba de editar Reporteros sin Fronteras, muestra a un marine que, conmocionado por los combates durante la batalla de Hué, en plena ofensiva del Tet, escruta un infinito que no existe. Dos páginas más allá, encontramos otra imagen similar, pero esta vez de un civil. McCullin tiene fotografías durísimas, de muertos, de horrores, pero estas dos son una muestra perfecta de cómo se puede humanizar el horror. Repasar esta selección de imágenes de McCullin representa recorrer lo que ha ocurrido de malo en el mundo en los últimos 40 años, es un libro lleno de dolor, pero también de belleza y emociones, es una obra maestra del reporterismo, uno de esos trabajos que demuestran hasta qué punto es necesario el viejo oficio de contar historias, porque las grandes fotografías son auténticos relatos. Sus imágenes pueden verse una y otra vez y siempre se encontrará un nuevo matiz, un nuevo detalle.

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